martes, octubre 04, 2011

Un día (o una noche) de concierto (o cómo es el proceso desde que te anuncian la fecha de tu actuación hasta que finaliza la misma)

El proceso es más o menos así:
  • Te confirman la fecha de tu concierto y la apuntas en tu agenda con ilusión.
  • Empiezas a preparar el repertorio, seleccionando temas, desechando otros, volviendo a seleccionar y volviendo a deshechar. Faltan menos de 10 días para el concierto y aún no tienes claro el repertorio. ¿Cómo puede ser?
  • Ensayas cada día con más intensidad. Los primeros días flojito, como diciendo: 'Bueno, esta parte no me sale muy bien, pero.... Anda que no tengo días para ensayarla'. Sí, anda que no quedan días.... Ya verás, ya....
  • Empiezas a ponerte nervioso cuando ves que algunos temas que te gustaría tocar no salen como te gustaría. Los minutos pasan, las horas pasan, los días pasan..... tic tac, tic tac, tic tac....
  • La guitarra.... Te preguntas todo el tiempo: '¿Debería llevar la guitarra al luthier para que la calibren....? Las baterías de la pastilla, ¿cuándo fue la última vez que las cambié? ¿Y la pedalera....? ¿Funciona bien? ¿Eh, qué es ese ruidito? ¿Está todo a punto? No sé, no sé.... Seguro que se me acaba la p.... pilita de la pastilla cuando esté en plena actuación y en pleno 'do de pecho' de mi tema estrella.'
  • Cuando quieres recordar ya queda sólo una semana para el día D. Es entonces cuando empiezas a estar como un flan. Afloran las inseguridades, el sentimiento de ridículo, tu mente se llena de imágenes de ti en el escenario protagonizando momentos estúpidos, equivocaciones, improvisaciones no calculadas, la batería de la pastillita, otra vez la batería de la pastillita.... Confirmas en la web del fabricante de la pastilla que tienes alrededor de 300 horas de uso con la p.... batería. Pero no te fías.....
  • Y llega el día D. Tus dedos están al borde del sangrado de tanto darle a la guitarra. Tu voz, que has estado reservándola, cuidándola, preservándola, protegiéndola, por algún extraño motivo ha empezado a mostrar unos extraños síntomas acompañados de un picorcillo estúpido en la garganta y una leve ronquera que te hace carraspear cada 30 segundos.
  • Preparas todo el equipo una hora y media (cuando no dos) antes de salir de casa para ir al local donde actuarás. Metes en la mochila todos los cables del mundo, la pedalera, un arsenal de 25.000 armónicas en todas las tonalidades imaginables (hasta en Fa sostenido, lo juro: ¿quién coño canta una canción en Fa sostenido? Pues yo), el soporte de las armónicas, la cejilla, las púas....
  • Piensas en llevar también un micro, por si acaso no funcionan bien los del local. Pero sabes que con tu histerismo pre-actuación, a lo mejor, detrás del micro, te da por llevar el teclado MIDI y la percusión digital. No vaya a ser que se presenten los Rolling de espectadores y quieran hacer una jam contigo, claro, un supuesto de lo más normal....
  • Le pasas un pañito a la guitarra y la metes en su funda. 'Hasta dentro de un ratito', le dices cual Gollum loquito con su tesoro.
  • Sales de casa cargado con tus bártulos de músico de guardia, tienes aspecto de titiritero, alehop!, de feria en feria. A duras penas puedes poner un pie delante del otro de los nervios que tienes. Miras sin mirar. Las calles tienen un color y un olor diferente. La gente no parece gente. Todo parece de mentira, como de atrezzo. Tu mente está en otro planeta. Llegas al coche. Metes los bártulos dentro. Te plantas el cinturón. Allá vamos!
  • Llegas al local. Entras decidido. El camarero te saluda. Si está el encargado le saludas también, por supuesto. Te ríes un poco tontamente. Sólo quieres subirte al escenario y empezar tu actuación. Después de la charla y de saludar a todo el mundo por fin te diriges al escenario, con la mente en estado de máxima concentración.
  • Montas tu set de directo. Lo pones todo lo más cómodo posible: el pie de micro a la altura correcta, los cables, la pedalera, el soporte con las partituras, un taburete a tu lado donde pondrás las 25.000 armónicas, el soporte de las armónicas, la cejilla, las púas......
  • Te subes al escenario para hacer la prueba de sonido. El micro no funciona, pero sí la guitarra. Ahora es la guitarra la que no funciona y el micro parece resucitar. Pareces un idiota al que han plantado allá arriba. Y ahora que lo piensas.... Habrá que afinar la guitarra, ¿no? Empiezas afinarla, pero a la puñetera pedalera no le da la gana de ponerse en modo 'afinador'. ¿Cuando me compraré el puñetero Boss TU3 para afinar con más comodidad?
  • Comienza a llegar la gente, les saludas, les sonríes, les das sensación de seguridad, de artista convencido de su arte. Te lo empiezas a creer. Han venido a verte! Será por algo, vamos digo yo. 
  • Y llega la hora, el show comienza y empiezas a tocar esos primeros acordes y comienzas a entonar los primeros fraseos. Te estás encontrando a gusto, todo va como la seda. Alguna vez cometes algún error, pero has ensayado tanto que enseguida sabes cómo salir del atolladero. Bueno, más o menos.... A veces metes la gamba pero bien, pero el público es indulgente, te apoya, está contigo y hasta parecen estar pasándoselo bien! Si te aplauden y todo!!
  • Te gustaría conectar más con el público, te das cuenta de que al cantar giras demasiado la cabeza hacia un lado o cierras los ojos con mucha frecuencia. Cuando los abres sólo quieres ver el micro, con lo cual es inevitable que bizquees un poco, o la partitura. Si alguna vez miras las caras de los espectadores, te da vergüenza..... Pero tú sigues como si nada!
  • Y cuando ya empezabas a estar como en tu casa, tu voz ha alcanzado su punto óptimo de calidez y la guitarra está perfectamente templada, llega el final de la actuación. Anuncias el último tema. Te piden algún bis. Lo tocas con gusto, agradecido, con pena porque se acabe la cosa.
  • Te despides entre aplausos y sonrisas. Aprovechas para anunciar el próximo concierto. El camarero enchufa entonces la música de algún CD o pone algún vídeo. Contraste de estilos de tu música que ha estado sonando hasta entonces con lo que ahora atrona por los altavoces del local.
  • Charlas con la gente, les preguntas si les ha gustado: todo el mundo te dice que ha estado genial. La gente es muy amable, una santa, piensas.
  • Recoges todos tus bártulos de músico de guardia, de titiritero, alehop!, de feria en feria. El camarero arregla cuentas contigo. Si ha venido mucha gente, a lo mejor te llevas un buen pico. Si no, pues no.
  • Sales del local. La garganta te pica, los dedos no los sientes, tienes la mirada perdida y en la boca una sonrisilla estúpida que no puedes evitar.
  • Ya está hecho. Un concierto más. El próximo ya está en la mente, anotado. Me aprendo de memoria el calendario, que decía el maestro Quique González. Era por esto, claro....

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